domingo, 20 de julio de 2014

Porqué capturar un asteroide no es una buena idea

Autor: Alberto González Fairén

NASA va a intentar capturar un pequeño asteroide cercano a la Tierra y resituarlo en una órbita estable más próxima a nuestro planeta, con el propósito final de que pueda ser visitado por astronautas. ¿Es este un proyecto viable y, sobre todo, necesario?

El 21 de marzo de este año, NASA anunció oficialmente el proyecto de capturar un asteroide de unos 7 a 10 metros de diámetro y 500 toneladas, y reposicionarlo cerca de la Tierra: la misión ARM (Asteroid Redirect Mission). El calendario concreto para esta iniciativa está aún sin definir, pero las fechas que se manejan incluyen el lanzamiento alrededor de 2019 de una nave capaz de recoger un asteroide de ese tamaño, y la visita de astronautas al asteroide en 2021 o 2022. La nave recogería el asteroide y lo situaría en un punto gravitacionalmente estable entre la Tierra y la Luna, o directamente en órbita lunar.

NASA ha comenzado ya los trabajos para identificar asteroides candidatos, y ha solicitado proyectos para definir el diseño de la nave. Todo ello enmarcado en el objetivo de la Administración Obama de enviar humanos a un asteroide antes de 2025. NASA considera más factible tecnológica y económicamente acercar un asteroide a los astronautas que llevar astronautas a un asteroide más lejano. El coste de ARM, hasta el punto de tener anclado el asteroide cerca de la Tierra, está presupuestado en un billón de dólares. Ciertamente una figura menor si se compara con el coste de desarrollar el programa Orión de naves tripuladas capaces de llevar astronautas más allá de la Luna, actualmente en proceso, y que está estimado en 35 billones de dólares. La cuestión es: ¿el proyecto ARM es necesario? ¿Va a aportar un avance científico significativo? Vamos a examinar las tres fases de la misión: identificación de asteroides, captura y reposicionamiento, y análisis in situ con astronautas.

La fase de identificación de asteroides parece, a priori, la más interesante del proyecto. Ya se han identificado 6 posibles candidatos para ARM (Figura 1), y se espera que la lista se incremente en uno más por año, aproximadamente, durante los próximos 4 años. La fase de captura y reposicionamiento está aún en proceso de definición, porque depende del tipo de objeto que finalmente sea seleccionado. Si se trata de un asteroide pequeño, se empleará un receptáculo capaz de englobar el objeto completamente y llevarlo hasta su nueva ubicación (Figura 2). Si se trata de un asteroide más grande, se empleará un sistema de agarre para extraer un bloque individual del tamaño requerido (Figura 3). En cualquier caso, el asteroide y la nave se llevarán hasta un punto donde puedan permanecer gravitacionalmente estables durante al menos mil años. Y la fase de análisis in situ con astronautas se realizará con una nave Orión, en una fecha aún sin definir claramente. El plan es realizar estudios directamente sobre la superficie y recoger muestras para traerlas de vuelta a laboratorios de la Tierra.

Figura 1: El asteroide 2011MD, un candidato para ARM.
(© NASA / JPL-Caltech / Northern Arizona University / SAO)

Figura 2: Captura de un asteroide pequeño.
(© NASA)

¿Qué problemas plantea, entonces, la misión ARM? En primer lugar, nadie duda de la importancia de rastrear nuestro entorno cósmico y conocer los objetos que nos rodean, para poder anticipar y evitar posibles grandes impactos. Pero esto es algo que ya se viene haciendo desde hace tiempo. El programa de búsqueda de objetos cercanos a la Tierra que actualmente tiene en marcha NASA está identificando cerca de 100 asteroides al mes, empleando telescopios terrestres (como el Catalina Sky Survey en Arizona o el Space Surveillance Telescope en Nuevo México) y telescopios en órbita (como NEOWISE). El programa SSA-NEO de ESA persigue objetivos similares.

Además, el anuncio de la misión ARM tuvo lugar apenas dos meses después de la caída de un asteroide en la región rusa de Chelyabinsk, que provocó heridas a más de mil personas y causó diversos daños materiales (Figura 4). Pero el asteroide de Chelyabinsk medía unos 17 metros de diámetro, demasiado grande para ARM. Por lo tanto, el rango de tamaños que puede considerar el programa de identificación de asteroides de ARM no incluye objetos que puedan suponer un peligro real para nuestro planeta. De hecho, la experiencia obtenida con la nave Hayabusa, de la Agencia Espacial Japonesa, en su misión al satélite Itokawa en 2005, confirmó que los asteroides grandes no son masas sólidas y uniformes, sino que están constituidos por una miríada de bloques de muy distintos tamaños unidos gravitacionalmente. Por lo tanto, cualquier experiencia que se obtenga con ARM sobre asteroides pequeños no servirá para incrementar nuestro conocimiento acerca de cómo proteger a la Tierra del impacto de cuerpos de gran tamaño, a los que sólo cabría intentar destruir.

Figura 3: Captura de un fragmento de un asteroide mayor.
(© NASA)






Por último, es cierto que el proyecto ARM va a dar un nuevo impulso al plan de exploración espacial con astronautas, y que está enmarcado en el desarrollo del programa Orión que devolverá a NASA su capacidad perdida de enviar humanos al espacio, aparte de que la misión tripulada de ARM sería la primera más allá de la Luna. Pero no es cierto que el programa ARM vaya a proporcionar nuevas experiencias útiles para abordar viajes tripulados a Marte, ya que al acercar el asteroide a la Tierra no habrá una diferencia significativa respecto a las experiencias adquiridas previamente en la Estación Espacial Internacional o en la Luna. ARM tampoco va a conllevar un incremento específico en nuestro conocimiento sobre el origen de la Tierra o de la vida: con el presupuesto de la misión ARM se podrían financiar varias misiones pequeñas no tripuladas a asteroides y varias decenas de campañas de exploración en la Antártida, que tendrían un retorno científico mucho más significativo.

En definitiva, existen diversas razones de peso para considerar que la captura de un asteroide y su reposicionamiento cerca de la Tierra no es una idea muy acertada. Y esta es una opinión bastante extendida entre la comunidad de científicos planetarios.

Figura 4: Rastro del meteorito de Chelyabinsk.
(© Adler Planetarium)
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